lunes, 13 de julio de 2015

EL NIÑO BUEY

Los tranvías de la zona oeste son más que un vetusto recuerdo.
Las viejas bicicletas sobre el asfalto de media tarde y las calles oliendo levadura.
El año sesenta del siglo veinte comienza a morir de a poco.
El viejo Harina Cernida existió en alguna parte del sur.
Mientras las viejas mujeres que amamos tocaban la traversa guitarra.
Seguramente por unos pesos en alguna trilla del viejo Licanten.
La calle cercana a la estación central tu escuela con olor a suela  de correas.
Las marroquineras con polleras decimononas  al final de la tarde.
Los tiempos de un buey hecho hombre.
Relojes de un hombre hecho agente de policía.
Un policía hecho profesor de inglés para inclinarse ante William Shakespeare.
La sucesión del hambre con los zapatos de alitas quebradas.
Nos hicimos pasajeros con las mismas muertes.
Yo en gracia y tú en ingratitud activa.
Encontré los recipiente de tu tinta china.
Pequeños frasquitos donde venía tu refinada ortografía.
El longino rumbo al sur era un tren de época rota.
Mismos caminos en cantos que vieron parajes horizontales.
Hiel de tu inconsciente auxiliar mirando las vasijas del hambre.
Los años de traiciones y desprecios escupidas en las caras.
-¿Qué habría pasado si hubiese llamado debajo de la muerte?
Como gritaron los tres desde la bota del  hambre y se les dio cobijo.
Percudida bolsa del pan.
-¿Tres panes y el bonete de profesor exprés?-
Cantando no muero con un colt disparado en el patio.
 Nada es miedo en adquiridas eternidades.
Nunca dejará  la mona aun que luzca de seda.
Quien nace huérfano, huérfano queda.
lunes, 13 de julio de 2015

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