Conocí otros
jardines cerca de los arces rojos.
La lluvia
de este mojó las hojas de aquellas flores.
El
crepúsculo era un regreso al mar de Cartagena.
La sonrisa
de mi hermana como semilla permanente.
La
primavera en nieve desecha.
Y la hoja
como palma de la mano.
Conocí
jardines de exiliados.
Donde la
rubia miel era un pedazo del país recordado.
Conocí el
este desatado a las siete de la tarde.
En que los
prados hacen cantar a Norteamérica.
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